La cerámica de fosa
La cerámica de fosa es un estilo cerámico que se desarrolló entre el 3200 y el 2300 a.C. en la región del norte de Europa, principalmente en Dinamarca, Noruega y Suecia.
Se caracterizaba por vasos altos y anchos, con hombros y cuellos puntiagudos, decorados con patrones geométricos y incisiones horizontales.
Su nombre proviene de los entierros en fosa, donde estas piezas eran depositadas junto a los difuntos como parte de sus ajuares funerarios.
De dónde vino la alfarería de fosa
La cerámica de fosa se desarrolló en asentamientos cercanos a cuerpos de agua. Estas comunidades vivían en viviendas sobre pilotes o fortificadas, dedicándose principalmente a la caza, la pesca y la recolección.
Se ha encontrado una influencia notable de culturas anteriores como la del vaso embudo y la cerámica cordada. Los objetos de cerámica no solo servían para almacenar alimentos, sino que también formaban parte de rituales y prácticas sociales complejas.
Cualidades de esta cerámica ancestral
Los vasos de esta cultura se caracterizan por ser altos y de fondo plano, con decoraciones en la parte superior realizadas mediante incisiones o impresiones. Estos patrones, que a menudo incluían figuras geométricas, denotan un alto grado de habilidad en su producción.
Además, los enterramientos con estos objetos incluían herramientas de sílex, armas y joyas de hueso y ámbar, lo que refleja el simbolismo y el estatus social de la época.
Más allá de la utilidad
La cerámica de fosa tuvo una gran relevancia en las prácticas funerarias y espirituales de las sociedades neolíticas del norte de Europa.
Aparte de su función utilitaria, las piezas encontradas en enterramientos demuestran su importancia simbólica, ya que acompañaban a los difuntos en su viaje al más allá. Estos vasos, junto con otras herramientas y adornos, reflejan las creencias y la jerarquía social de estas comunidades.